Una actriz, empresaria, autora, dramaturga, una mujer que recorre los caminos del teatro y del tiempo sola, porque las mujeres necesitamos saber estar solas y habitar nuestras habitaciones propias, se enfrenta al maestro Lope de Vega frente al público: muchas de sus mujeres, las que ella representa, se le están revelando al ser dichas, y al verse comparadas con las mujeres que habitan el hoy, las que reciben sus versos y sus acciones.
¿Terminarán, ella y las palabras de Lope, sepultados por la ceniza del tiempo que todo lo opaca? Entonces la actriz hace hablar a Laura, la vengadora de las mujeres; y a Fenisa, la buscona; y a Aurora, la bella ninfa; y a la villana; y a la boba; y a Laurencia.
Así descubre que Lope amó a las mujeres; mucho más: Lope se retrató en sus mujeres para lo bueno, tantas veces valientes; y para lo malo, otras tantas rendidas.
Así descubre que somos nosotras, ahora, las que debemos cambiar esos finales que hoy tanto nos duelen; porque nuestras comedias también necesitan de finales felices.
Y así, descubre nuestra actriz que amándonos a nosotras mismas, más que al tiempo de Lope, es posible que él gane la querella; y que si él gana, todas ganamos, porque podremos seguir representando a sus mujeres en toda su grandeza.
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