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Santiago Loza y crear desde la fragilidad

Aferrarse a una frágil verdad. Como alguien que ha perdido la fe en todo, excepto en una rama que pide ayuda desde la quebrada. Su quebrada. 

Por Adrián Gusqui.

Hablo con Santiago Loza por llamada telefónica. Me dice que no le gustaba seguir este tipo de consejos cuando era joven, pero que a su edad ha reunido razones suficientes para que alguien lo escuche. 

La resaca del viaje es reciente, llegó hace menos de ocho horas a Buenos Aires, su última parada fue Ecuador, un país que, en sus palabras, lo dejó conmovido. Participó en la revisión de textos de la residencia de dramaturgia de la Fundación Teatro Nacional Sucre junto a Andrés Gallina, escritor argentino, con quien viene ejerciendo este proyecto desde tiempos pandémicos. Además, Loza presentó su película, Amigas en un camino de campo (2022), en la biblioteca de la FLACSO. 

Santiago es un narrador, guionista, cineasta y dramaturgo. Nació en Córdoba (Argentina), en 1971. Egresó de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y de la Carrera de Dramaturgia de la Escuela Municipal de Arte Dramático. A su haber están varios libros y películas, muchos de ellos premiados a nivel nacional e internacional. Su visita se vio motivada por la residencia de dramaturgia que, en 2026, estrenará el segundo volumen de los Cuadernos de Dramaturgia con los textos que las/los residentes han trabajado en todo este año.

¿Qué descubriste en la escritura ecuatoriana? ¿Cómo resumes tu visita por acá?

La experiencia fue sumamente rica, como son textos muy diversos, son experiencias distintas. Era un grupo femenino en su mayoría. Lo que tratamos de hacer era apuntalar esos textos que aún estaban en desarrollo y potenciar ciertas cualidades que tenían. Generamos un espacio de intercambio, porque también escuchamos sobre cómo se había dado su proceso.

Me interesa que en tu proceso creativo eres muy determinista, en una entrevista dices “se vive o se escribe”, ¿qué tiene que pasar en el suceso para que te decidas por un camino?

Son cosas que uno dice enfáticamente en alguna entrevista y después no sé cuánto cuánto se sostiene, digo, me parece que ahora escucho esa frase y digo, bueno, se vive y se escribe también. Me parece que hay algo de la experiencia vital que imanta la escritura, que la va tomando y también drenando. En lo personal, siento que la escritura me sirve para dar testimonio de ciertas situaciones o procesos vitales muy cruciales. La escritura ha intentado acercarse a esos bordes vitales. Por lo menos se arrima. Cuando trabajamos sobre escrituras de otras personas se intenta, o intentamos, tratar de entender cuáles son las zonas que esa otra persona ha tratado de rozar o esas zonas que quizás están en términos de latencia y todavía no han podido emerger en el material.

Al venir al Ecuador, ¿tuviste la oportunidad de escribir algo acá o te dedicaste a vivirlo?

No pude escribir. La experiencia de estar en Ecuador y trabajar sobre la obra de otras personas me consume por completo. Hay mucha conmoción por encontrarme en ese país, en ese lugar, con esa gente y de esa forma, porque siempre aparece la duda de si el proceso va a ser útil para ellos. Entonces, aparecen los nervios, aparece la ansiedad y algo que a mí me pasa es que, cuando trabajo en la obra de otras personas, es de una entrega absoluta. Yo siento que mi proceso creativo, mi fuerza creativa está en entregarme, en escuchar, en ser esponja de lo que la otra persona escriba. A mí me parece una situación muy estimulante, pero desgastante también, donde yo me retiro y dejo un lugar o mi persona es un espacio de experimentación de la escritura ajena. Es eso, es escuchar, es entender, es desentrañar.

¿Cuánto tiempo o que necesitas para volver a tu estado natural?

Necesito pausas. Antes de viajar a Quito estuve trabajando en Cali por dos semanas. Fue muy intenso y conmovedor, al igual que en Quito, el trabajo de Gabriela (Ponce) me parece muy importante. Entonces, bueno, necesito procesarlo. Estoy en medio de la conmoción, del encuentro, de ver todo lo que se intenta y lo que se lucha. Necesito días para apagar la cabeza de los ecos. 

En la residencia seguramente diste varios consejos, ¿qué le dirías a un veinteañero que le cuesta aceptar que el escribir también es un oficio o destino?

Yo era alguien que odiaba que me den consejos de joven, porque a mí no me gusta la gente que da consejos. Siempre a los consejos solía desobedecerlos, pero ahora que yo soy alguien mayor, me doy cuenta que, inevitablemente, hay algo que sucede con la edad. Parece que tiene que ver con que las personas que se entregan a cualquier actividad artística quizás esto no tiene muy buena fama, que en este momento hay mucha convulsión y fugacidad. Hay que perseverar e insistir. Digo, es insistir aún cuando lo que te devuelve el entorno no es favorable. Me parece eso, decir, bueno, creer, aferrarte a tu pequeña verdad, como sea, a tu pequeña y frágil verdad. A tu frágil deseo y trabajarlo.

Creo que cualquier práctica artística tiene un trabajo cotidiano, permanente, que tiene que ver con nutrirse de otras expresiones artísticas, con, no sé, leer, ir a muestras, escuchar música, estar en el mundo y estar permeable en él.

Algo de eso pienso y tiene que ver también con otorgarle un espacio temporal de la gente del cotidiano a esa práctica artística. Después son consejos menores, sobre todo en cada trabajo, pero me parece que persistir. Persistir cuando afuera pareciera que no hay muchos motivos para hacerlo. 

Esa verdad, ¿siempre tiene que ser frágil?

En mi caso, lo que conozco tiene cierta fragilidad porque está llena de dudas, porque no sabes que, lo que estás haciendo, realmente funciona. Hay una idea muy capitalista de que las cosas funcionen y el arte tiene algo que no es tan funcional. Entonces, sí, lo que te impulsa puede ser un poco tenue, dudoso o tener cierto temblor, además de ciertos avances y retrocesos. A eso me refiero, porque no estamos trabajando sobre ciencias exactas. Las cosas pueden fallar, estamos trabajando sobre materiales de experimentaciones, emociones y fuerzas, que a veces no tienen mucho asidero en el mundo de la lógica o de lo pragmático.

Sobre tus procesos creativos, en una entrevista dices que trabajar en el cine con cálculo te volvió loco y que no quisiste perder más tiempo al crear, ¿qué señales existen para seguir o abandonar un trabajo creativo?

Supongo que abandonaría un proceso creativo una vez agotadas todas las posibilidades. Todo proceso artístico tiene algo de empecinamiento cuando pareciera que no tiene muchas razones. No tiene que ver con la razón, sino con un empecinamiento e insistencia. Incluso para que los procesos artísticos refloten es necesario detenerse. Me pasa en la escritura, digo, bueno, a veces cuando estoy muy trabado con cierto texto, tiene que esperar y ser guardado hasta recuperarlo y volver en su momento. Yo no tengo miedo, me parece también parte de un proceso artístico su posible renuncia. 

Al hablar de tu película Amigas en un Camino de Campo. Tú dices que necesitas intermediarios para tu arte, en este caso entendería que son los personajes. ¿Qué tuvieron ellas para que tengan parte de tu esencia?

Los personajes nacen como si fuesen una suerte de ecuación o de fusión entre personas que tengo mucho cariño o que me parecen muy filmables. Que tienen algo que a mí me dan ganas de ser narradas entre esas personas y mi experiencia. Hay algo como una conjunción y es como disfrazarme. Esas personas me permiten poner ciertas dudas o ciertos campos de expresión en sus seres. 

Han dejado colarme. Colar ciertas inquietudes. En la narrativa o en el teatro quizás es más misterioso, porque los personajes no soy yo, pero parten de mí o parten de algo que a mí me conmueve. Los personajes y personajas son un disfraz para poder descubrir algo de, no sé, del mundo o para hacerme alguna pregunta nueva.

Además en tu película participa Santiago Motorizado en el soundtrack, ¿qué instrucciones recibió de tu parte?

Tuvimos algunas conversaciones, en ese momento Santiago estaba de gira, entonces fueron conversaciones muy breves para no molestarlo y porque todo era muy preciso. La película también tiene poesía de Roberta Iannamico, es una película que está cruzada por la voz de una poeta. A mí me parecía que lo de Santiago podía funcionar de una manera muy bella y lo hace con el paisaje de la obra. Una aclaración fue la de no musicalizar los poemas, porque los poemas tenían una música y las obras de Santiago eran como un punteo que iba a aparecer cada tanto. Había algo de la música de Santiago que tenía que ver con ese deambular errático de los personajes en aquel paisaje y fue muy lindo el aporte, además que fue un material crucial para terminar de armar la poética de la película.


Conoce más del trabajo de Loza en su perfil de Instagram y portafolio en MUBI